Blog


Conocerme en una pandemia

Conocerme en una pandemia


Buscando nuevas oportunidades y conocer nuevos lugares decidí a fines del año pasado realizar un intercambio estudiantil a otro país, Brasil, pero lo que nunca pensé es que una pandemia llegaría para cambiarme los planes y para hacerme ver quién soy realmente.

El día 11 de febrero del 2020 salió un avión con destino a Sao Paulo. Dos maletas, una mochila, entusiasmo, miedo y un objetivo: estudiar en la Universidad de Sao Paulo y conocer un nuevo país. Mis primeros días fueron increíbles, conocí a muchas personas de diferentes lugares, no solo brasileños pero colombianos, franceses, chilenos, mexicanos, españoles y de muchos países más. Conocí a una familia que me invitó a vivir con ellos y a celebrar el carnaval en otra ciudad, lo recuerdo con mucha alegría porque pude aprender una nueva cultura y disfruté de cada momento que estuve con ellos. Jamás pensé que podría tener en otro país un núcleo familiar.

 Después de un mes, se empezó a difundir que llegaba una pandemia. Empecé a preocuparme sobre este virus, pero como en Brasil no se estaban tomando medidas, estuve tranquilo y dejé que todo pasara.

El virus llegó. Un 14 de marzo a las 3 de la tarde, estaba en una reunión con mis amigos, en medio de esa reunión todos empezaron a recibir llamadas de sus familiares. Muchos se sentían desorientados y no sabían qué estaba pasando, porque en Brasil “todo estaba bien”. La reunión que empezó con 17 personas, en un abrir y cerrar terminó con 5, entre ellos estaba yo.

El mensaje de una amiga, que viajó conmigo a Brasil, hizo que todo estallara en mi cabeza. “Sebas me regreso, mis papás ya me compraron el pasaje”. Ese mensaje me hizo sentir que todo estaba mal y caí en desesperación. Llamé a mis papás, profesores y amigos; lo que quería saber es ¿Me voy o me quedo? ¿Qué hago?

Soy de esas personas que necesita de la opinión de los demás porque no estoy seguro si lo que hago está bien o mal, pero a pesar de eso, dejé de lado ese miedo y decidí quedarme, pesando que en una semana todo se resolvería.

En un cuarto estudiantil permanecí encerrado desde el 15 de marzo hasta principios del mes de abril, cada día era angustia y desesperación sobre qué pasaría mañana. No todo fue malo porque gracias a este encierro pude conocerme a mí mismo. La importancia de tomar una decisión, entender que la depresión sí existe, la ansiedad sí existe y la solución de ponerse a llorar por todo este caos, no era una salida. Me pude dar cuenta de lo fuerte que soy, todo lo que me generaba duda o miedo se acabó porque por culpa de esas inseguridades dejé pasar muchas oportunidades.

Llegó abril, las fuerzas estaban un poco bajas, pero seguía con la esperanza de que pronto se solucionaría o podría volver a mi hogar. Lo que nunca pensé es que otra puerta se podía abrir ¿Recuerdan la familia que me invitó a pasar con ellos en carnaval? Esa familia me invitó a pasar con ellos la cuarentena, sin dudar acepté y formé parte de ese hogar.

Hasta entonces, no tenía noticias de mi regreso o que todo vuelva a la normalidad, pero lo bueno era que mis clases en Brasil continuaban de forma virtual y gracias a vivir con esta familia pude subir mis ánimos y seguir mejorando el portugués. A esta familia no fui de invitado, fui a ser parte de la familia. Una familia humilde y grande de corazón que elaboraba todo derivado con lácteos como: quesos, yogurts, mantecas y muchos más. Aprendí a hacer quesos de todo tipo, conozco su preparación y elaboración, en un futuro, no descarto que cuando vuelva, me ponga un negocio con todo lo que aprendí.

Empecé a acostumbrarme a la familia, pero un 22 de abril me llegó la noticia de que voy a regresar a mi país; no supe cómo reaccionar, volvería con mi familia, pero dejaría otra. El vuelo estaba para el día 24 del mismo mes, dos días para hacer mi maleta, podría decir que estaba emocionado pero triste por dejar ese hogar que me abrió sus puertas y también sus corazones.

Por la pandemia que estamos pasando, me informaron que al momento de llegar al Ecuador, tendría que hacer aislamiento obligatorio en otra ciudad y después de 14 días, verificando que no padezca de ninguna enfermedad, podría ir a mi casa y estar con mi familia.

Los casos de coronavirus en Brasil crecían de manera sorprendente y las medidas recién empezaron a tomarse. Con mucha tristeza e incertidumbre, me armé de valor, empaqué mis maletas y regresé. Una parte de mí se quedó con esa familia. Esa familia que me extendió su mano cuando estaba al borde de la desesperación y cuando más lo necesitaba.

Después de todo lo que pasé ya me encuentro en el Ecuador, en Quito, realizando el aislamiento; cuento los días para volver a ver a mis seres queridos y estar junto a ellos contándoles toda esta historia.

 Este aislamiento podría ser desesperante porque quizá podría tener ese virus, pero no, siempre hay que ver el lado bueno de las cosas porque gracias a este encierro pude escribir lo que estás leyendo ahora ya que el antiguo Sebastián no lo hubiera hecho.

Compartir: